Imagina por un momento aquellos primeros destellos de alegría en tu vida: el sabor de tu helado favorito deshaciéndose en tu boca, la emoción de correr bajo una intensa lluvia de verano, o ese agradable cosquilleo que sentiste al compartir un abrazo sincero. Cada uno de estos instantes marcó el comienzo de muchas ‘primeras veces’. Estas vivencias, llenas de sensaciones y emociones, nos ayudan a moldear cómo entendemos el mundo y cómo nos vemos a nosotros mismos.
A medida que vamos creciendo, cada experiencia sensorial, desde el roce de diferentes texturas hasta la respuesta a variados sonidos, desempeña un papel sutil en la construcción de nuestra identidad sexual. Pero no se trata sólo de esos momentos típicos de la adolescencia o de nuestros primeros encuentros íntimos; es algo más profundo y esencial. La sexualidad es una compañera constante desde nuestros primeros días, tan vital y presente como respirar, reír o sentir.
Desde nuestro nacimiento, comenzamos a dar forma a nuestra sexualidad. Pensar que sólo aparece con la pubertad es un error común. Desde el principio, nuestros sentidos nos guían en una exploración y descubrimiento del mundo que, a su vez, abarca el desarrollo paulatino de nuestra identidad sexual. Este viaje temprano abre las puertas a una percepción más rica y matizada de la sexualidad, mostrándola no como algo que simplemente ‘se enciende’ en un momento específico, sino como una parte esencial y continua de nuestra vida desde el momento en que tomamos nuestro primer aliento.
Me gusta, pero…
Aceptar nuestra naturaleza sexual es primordial, aunque frecuentemente nos enfrentamos a entornos que insisten en lo contrario. Reflexionemos por un momento sobre las primeras curiosidades acerca de nuestro cuerpo y relaciones. Esta exploración inicial es una parte crucial de nuestro ser sexual, tan natural y esencial como cualquier otro aspecto de nuestra existencia.
Camille Paglia argumenta en su obra Sexual Personae que la sexualidad ha sido una fuerza tanto fundamental como disruptiva a lo largo de la historia (Paglia, C., 1990). Más allá de su papel en la reproducción, la sexualidad conforma una red compleja de experiencias, sensaciones y emociones. Desde la pasión hasta el afecto, cada elemento de nuestra sexualidad se entreteje en el tejido de nuestra identidad, a veces desafiando las normas establecidas y provocando cambios significativos en la sociedad.
Ahora, piensa en cómo tu propia sexualidad ha moldeado quién eres hoy. ¿Cómo influyen tus experiencias sexuales en la manera en que interactúas con otros o en cómo te expresas en tus momentos más íntimos? Cada uno de estos detalles contribuyen de manera significativa a tu identidad personal. Sin embargo, no todos experimentamos este desarrollo de manera libre y abierta. Para muchos, la sexualidad puede ser un tema reprimido, relegado a lo prohibido, lo que a menudo conduce a un conflicto interno o una expresión distorsionada de uno mismo.
Reflexionar sobre estos aspectos de la sexualidad no solo nos ayuda a comprender mejor las fuerzas que han moldeado nuestras vidas, sino que también nos permite abrazar más plenamente nuestro ser sexual, reconociendo su potencial tanto para el disfrute personal como para un cambio de entendimiento y trato social.
¿Quién nos dijo que no?
Pensemos en los límites impuestos a nuestra sexualidad. ¿Quién o qué ha decidido qué es "correcto" en cómo vivimos y expresamos nuestra sexualidad? Nuestro entorno está lleno de normas y costumbres que dictan lo aceptable, creando barreras sociales, emocionales y psicológicas. Desde expectativas familiares hasta mandatos culturales y religiosos, cada uno contribuye a confinar nuestra expresión sexual natural. Los tabúes y los prejuicios biológicos refuerzan estos límites, complicando la aceptación de diversidades en orientación e identidad de género, basándose en conceptos biológicos anticuados o quizás, mal entendidos.
Michel Foucault, en "Historia de la Sexualidad", explica cómo las estructuras de poder han utilizado la represión de la sexualidad como una herramienta de control social, afectando profundamente nuestra autopercepción y nuestras relaciones (Foucault, M., 1976).
Estos límites nos impiden un conocimiento pleno de nosotros mismos. Al desafiar estas restricciones, tanto externas como las voces internas que nos limitan, podemos comenzar a abrazar nuestras verdaderas identidades sexuales. Entender y confrontar estos obstáculos es crucial para liberarnos y disfrutar plenamente de nuestras experiencias vitales.
SOMOS sexuados
¿Reconoces la sexualidad como algo tan común como el hambre o el sueño? La sexualidad no es solo una parte de nosotros; es una dimensión fundamental de nuestra existencia. Al igual que nuestras necesidades básicas, es un componente vital de nuestra experiencia humana, tan esencial como cualquier otra función biológica.
Simon LeVay, neurocientífico británico-estadounidense muestra en estudios que áreas del cerebro como el sistema límbico, responsables de la percepción del placer, están activas desde muy temprano en nuestras vidas. Esto no solo subraya que la capacidad de experimentar placer y, por ende, sexualidad, es innata, sino que también es una función biológica primordial que nos acompaña desde el principio (LeVay, S., 1993).
Pero vayamos un poco más lejos del sentido biológico. La sexualidad también es una experiencia espiritual y emocional que trasciende la simple respuesta física. Es un canal a través del cual exploramos nuestras emociones más profundas, formamos conexiones significativas con otros y expresamos nuestro yo más auténtico. Se convierte en una fuerza espiritual y emocional que puede enriquecer nuestras vidas, proporcionándonos un camino para descubrir y afirmar quiénes somos verdaderamente.
Además, la sexualidad es una experiencia física que va más allá del acto sexual en sí. Es un lenguaje a través del cual nuestros cuerpos hablan, una forma de arte donde cada gesto, cada contacto, tiene la capacidad de comunicar y evocar emociones. Al abrazarnos plenamente, no solo nos liberamos de las restricciones impuestas, sino que también sanamos y contemplamos nuestra existencia en su forma más pura y sincera.
Es un placer conocerte
Reconocer y aceptar nuestra sexualidad como una parte normal y esencial de nuestra vida nos permite disfrutarla de manera sana y consciente. Este reconocimiento libera nuestra mente de tabúes y restricciones, abriendo el camino para relaciones más auténticas y una mayor comprensión de nosotros mismos.
Al aceptarnos plenamente, elevamos nuestra calidad de vida. Nos convertimos en seres más completos, vibrantes y humanos. Este proceso de autoconocimiento nos llena de un placer profundo que mejora todos los aspectos de nuestra existencia.
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Camille Paglia
Paglia, C. (1990). Sexual Personae: Art and Decadence from Nefertiti to Emily Dickinson. Yale University Press. - Michel Foucault
Foucault, M. (1976). La voluntad de saber. Historia de la sexualidad I. Siglo XXI Editores. - Simon LeVay
LeVay, S. (1993). The Sexual Brain. MIT Press.